jueves, 28 de diciembre de 2017

Utopismo y Realismo


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 13


Papa y Emperador, un poder más fáctico que espiritual y otro más teórico que real, eran las dos espadas o columnas que garantizaban la unidad política de la cristiandad occidental durante la Edad Media, más allá de los intereses particulares de los reyes y señores feudales. Como vimos en la entrada anterior, el siglo XIV vive la fragmentación del poder de los papas, que es recuperado in extremis gracias a la teoría conciliarista (posteriormente condenada por los propios papas, recelosos de que los concilios amenazasen su privilegiada posición). Pero faltaba muy poco para que la unidad religiosa de Occidente se echara de nuevo a perder, y esta vez para siempre. La religión dejaría de ser referencia de unidad para convertirse en factor de división y causa de guerras: ¿dónde buscar, entonces, los principios de la política para un mundo que iba dejando atrás la Edad Media?

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Ockham y el nominalismo


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 12


El siglo XIV se caracteriza habitualmente como una época de crisis del mundo medieval, que se manifiesta, entre otras cosas, por el conflicto entre las dos “espadas” o poderes de la Cristiandad (Papa y Emperador), la pérdida de autoridad del papado[1] y el auge de la teoría conciliarista[2]. En el mundo filosófi­co, se da la crisis de la filosofía escolástica: una vez desaparecido Tomás de Aquino, la pretensión central de su pensamiento (buscar un apoyo filosófico para el dogma cristia­no) es puesta en entre­di­cho: debe volverse a una “fe pura”, sin apoyos o seudojustifica­ciones racionales, y separar comple­ta­mente la fe de la ciencia y la filosofía.
Cisma de Occidente: una Iglesia con dos papas.
Se llama también al siglo XIV el siglo del nominalismo, por ser esta la solu­ción adoptada por los principales pensadores al llamado problema de los universales. Expliquemos brevemente en qué consiste este problema y cuáles son sus posibles solu­ciones.

martes, 12 de diciembre de 2017

La religión abraza a la filosofía (Tomás de Aquino)


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 11


Pintura de Tomás de Aquino, en Notre Dame de París.

Para Tomás de Aquino solo hay una respuesta a la pregunta sobre la existencia de Dios (como, por otro lado, a cualquier otra pregunta posible), en este caso la afirmativa; sin embargo hay dos formas de acceder a dicha respuesta: la fe en la revelación divina y en su depositaria, la Iglesia, y el razonamiento filosófico sobre los llamados preambula fidei, es decir, lo que, estrictamente hablando, no es asunto de fe, sino más bien algo presupuesto por la fe (desde un punto de vista lógico, no psicológico: ¿cómo creer lo que Dios revela sin saber que Dios existe?). El modo como Tomás procede en esta cuestión nos sirve para comprender la relación que establece entre razón y fe, o filosofía y teología. Es conveniente admitir por fe la existencia de Dios, pues muchos no podrán llegar a esta verdad de otra forma, pero no es estrictamente necesario: la razón también puede demostrarlo. Contra los averroístas, Tomás afirma que la verdad es una, no doble, por lo que razón y fe deben, si no coincidir exactamente, al menos concordar (no contradecirse): son dos caminos distintos para llegar a la mis­ma verdad.
Nada impide al filósofo que es además creyente cristiano ensayar razonamientos que lleven a la mente al conocimiento natural de Dios. A este respecto, Tomás de Aquino re­chaza el ar­gu­men­­to ontológico de San Anselmo (que deduce la existencia de Dios de su idea como “aque­­­llo cu­yo mayor no puede ser pensado”) y propone a cambio cin­co prue­bas o “vías” que parten de hechos conocidos por la ex­periencia para llegar a una primera causa de di­chos he­chos, que es siempre Dios (consultar cuadro aquí). Las llamadas cinco vías son:

lunes, 11 de diciembre de 2017

Más lógico que ontológico


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 10


Anselmo de Canterbury, también conocido como San Anselmo, es uno de los nombres destacados de la línea platónico-agustiniana del pensamiento medieval. Su fama se debe a que fue el primero en proponer un razonamiento sobre la existencia de Dios que ha dado lugar a interminables discusiones, traducidas en verdaderos ríos de tinta, a lo largo de la historia del pensamiento: se puede decir que este argumento, conocido desde el siglo XVIII como ontológico, ha sido la línea divisoria entre dos actitudes filosóficas que no coinciden exactamente con teísmo y ateísmo, ni siquiera con metafísica y positivismo, sino más bien con racionalismo y empirismo. Veremos, cuando en estos “Apuntes mínimos” nos toque hablar de Descartes, que el fundamento último que este autor tiene para aceptar el argumento ontológico es la concordancia entre razón y realidad, es decir, la afirmación de que todo lo que la mente concibe de forma estrictamente racional ("clara y distintamente") es en la realidad tal como se concibe. Si esto es así, el argumento es tan evidente y seguro como una demostración matemática: lo dicen Descartes y todos los racionalistas, incluyendo en este grupo a Hegel y algunos otros que, en el último siglo, revisten su platonismo de fenomenología, filosofía de la religión y análisis del lenguaje. Si, por el contrario, creemos que la comunicación entre pensamiento y realidad pasa necesariamente por la experiencia sensible nos veremos forzados a rechazar el argumento ontológico: así lo hace Tomás de Aquino y con él todos los empiristas, materialistas y positivistas que en la Historia han sido.

domingo, 10 de diciembre de 2017

La filosofía sirve a la religión (Agustín de Hipona)


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 9


Agustín de Hipona es el principal representante de la corriente filosófica denominada platonismo cristiano, que atraviesa el final de la Antigüedad y prácticamente toda la Edad Media hasta el siglo XIII, y que podemos ver como la muestra más clara de subordinación de la razón filosófica a la fe religiosa.
"Entender a Dios" es tan imposible como meter el mar en un hoyo, nos queda la fe.
La cuestión más básica del agustinismo es precisamente la arriba mencionada, cómo se articulan la razón y la fe. Pero, tal como se formula habitualmente, esta pregunta presupone algo que Agustín no admite: que existe algo así como una “razón natural”, completa en sí misma e independiente de la fe religiosa, y que puede relacionarse con esta de una u otra forma (amistosa, indiferente u hostilmente). Lo que, por el contrario, cree San Agustín es que, como toda la naturaleza humana, también la razón ha caído por el pecado original y ha sido redimida por Jesucristo; puede optar entre perpetuarse en el error si se encierra en sí misma o dejarse iluminar para alcanzar la verdad: degradada sin Dios, en plenitud con Dios, pero nunca completa y sana al margen de Dios.
Conviene anotar que lo que en este punto hace Agustín no es otra cosa que narrar, trasladándola a conceptos, su propia biografía intelectual: buscar la verdad tanteando en la oscuridad, yendo de una escuela filosófica a otra, hasta sentir la iluminación y con ella la claridad del entendimiento, al convertirse al cristianismo. La propia razón necesita de la gracia divina, a la que el hombre responde por medio de la fe. “Crede ut intelligas”, cree para comprender: si quieres comprender empieza creyendo, y si rechazas la fe deberás resignarte a no comprender nada.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Vísperas de cristianismo


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 8


La sombra de Sócrates fue alargada: a su muerte florecieron como setas (¿las setas florecen?) figuras que se decían socráticas. Personajes que buscaban encarnar en sí mismos lo más llamativo de su modelo, en muchos casos hasta la caricatura.
Diógenes y Alejandro: "Pídeme lo que quieras" - "No me tapes el sol".
Diógenes el cínico es con seguridad el "Sócrates enloquecido" más famoso de todos. Si Sócrates había perseguido y muchas veces humillado a sus conciudadanos por desatender el conocimiento de lo más importante (la virtud), Diógenes despreciaba y ridiculizaba a conciencia un modo de vida cada vez más alejado de la naturaleza: rechazaba la convención hasta extremos inconcebibles, haciendo gala de prescindir de todo lo artificial (¿es realmente necesario usar un cuenco para coger agua de una fuente, si cualquier niño puede servirse únicamente de sus manos?). Estrafalario como pocos, fue uno de los pocos filósofos antiguos que rechazaron la esclavitud como antinatural, cosa que –conviene recordar- no hicieron ni Platón, ni Aristóteles, ni Epicuro, ni Séneca, ni San Pablo, ni el emperador-filósofo Marco Aurelio (idealizado en la película Gladiator), ni ninguno de los llamados “santos padres” del primer cristianismo...: para estos resultaba más fácil predicar la libertad interior o hablar de los esclavos como "hermanos", que mover algún dedo para hacer efectivas la dignidad y libertad que les pertenecen por naturaleza, siquiera dejándoles elegir qué hacer con su vida.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Aristóteles y los saberes prácticos


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 7


Aristóteles rechaza el concepto platónico de lo bueno en sí o idea del bien: “el bien, como el ser, se dice de muchas maneras”. Cada ser busca su propio bien, aquello a lo que tiende, por tanto, su fin. "Bien" y "fin" son, pues, una misma cosa. Hay distintos tipos de bienes o fines, pero a Aristóteles le interesa especialmente el que se busca siempre por sí mismo y nunca por otra cosa. Todo el mundo se muestra de acuerdo en llamar a dicho bien eudaimonía (felicidad), aunque no todo el mundo sabría decir en qué consiste.
La felicidad es el fin último buscado por todos los hombres, por ello está en relación con la naturaleza propia y específica del hombre, la naturaleza racional. La felicidad es actividad del hombre conforme a la razón, vida razonable o vida propia del sabio. Si lo definimos como “vida teorética”, o contemplativa, corremos el riesgo de reducir la vida feliz a uno solo de sus muchos aspectos, como si el hombre feliz (el sabio) no hiciera otra cosa que dedicarse a pensar. Por supuesto, la primera actividad del hombre racional es la teoría (conocimiento puro, buscado por sí mismo y no por su posible utilidad), pero también debe emplear la razón para resolver el resto de problemas con los que se encuentra, ante todo los que se refieren a la vida en sociedad. Por eso es igualmente correcto y seguramente más fácil de entender definir la felicidad como actividad de acuerdo a la virtud, pues esta última, la virtud, es en el fondo el hábito por el que uno actúa de acuerdo con la razón.

sábado, 2 de diciembre de 2017

La idea de ser en Aristóteles


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 6


Aristóteles replica a Platón: una conversación nunca ocurrida.
Una famosa pintura de Rafael, La Escuela de Atenas, representa a Platón y Aristóteles conversando: mientras el primero señala al cielo como sede de la verdadera realidad, el segundo extiende su mano abierta sobre la tierra. Es una buena representación gráfica de las diferencias entre ambos autores: para Platón, el mundo sensible existe como copia o imagen del mundo ideal y el primero encuentra su única razón de ser en el segundo; para Aristóteles, hay que buscar la explicación del mundo natural dentro del mundo natural, no fuera de él.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Platón


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 5



Platón visto por Rafael: para conocer la verdad hay que mirar a lo alto.
Se puede decir que Sócrates es la más clara influencia de la filosofía de Platón, quien recoge de él la concepción de la filosofía como diálogo. El diálogo socrático, al menos como ideal, es un camino hacia la verdad que atraviesa dos fases: ironía y mayéutica. La primera consiste en una reorientación de la mente, a fin de buscar la verdad donde esta puede ser encontrada y no en los lugares comunes donde nos llevan los prejuicios aceptados más o menos conscientemente (o [y esto es un presupuesto que Platón añade al método socrático] las inclinaciones impresas en el alma por su unión con el cuerpo, unión que provoca un estado mental que puede lla­mar­se, con entera propiedad, “ol­vi­do” del verdadero ser). Se trata de un proceso similar al que se en­cuentra narrado en el mito de la caverna: el pri­sio­ne­­ro debe dar la espalda a las sombras y mi­rar hacia otro lado pa­­ra descubrir las verdaderas realidades.
Esta “nueva orientación de la mirada” es vivida primero como un “en­tor­pe­cerse”, un abandonar las antiguas segu­ridades y en­con­trar­se pro­vi­sionalmente perdido, sin saber dónde dirigir la vista. La mayéutica le aconseja entonces bus­car en su interior el ver­dadero conocimiento. Platón entiende la mayéutica so­crá­ti­ca como re­mi­niscencia (en griego, anámnesis): la verdad que se busca es co­no­cida desde antes de nacer, pues­to que el alma existía an­tes de unirse con el cuerpo.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Sócrates y los sofistas


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 4

En el siglo V a.C., coincidiendo con el esplendor de Atenas como polis hegemónica de la Hélade, tiene lugar el giro antropológico del pensamiento filosófico, que “baja del cielo a la ciudad”: se abandona la naturaleza como centro de atención de la filosofía y se pone el foco de esta en el hombre. Los primeros responsables de este giro son los sofistas, grupo heterogéneo de pensadores que se establecen en Atenas como expertos en la virtud (areté) capaces de enseñarla a los ciudadanos: de esta forma se democratiza la virtud, los buenos ciudadanos (aristoi) ya no lo son por nacimiento, ni tampoco por sus hazañas guerreras, sino por haber aprendido las técnicas que les permitirán triunfar en la ciudad: en primer lugar, el uso de la palabra (retórica).
Sócrates dialogando con un joven poco receptivo a sus argumentos
No puede hablarse de un pensamiento común a todos los sofistas, pero (al menos los más conocidos) tienden a unas posiciones filosóficas acordes con su praxis profesional. Así, la valoración de la retórica va unida a una mayor atención a la forma que al contenido de lo que se dice: no se busca tanto que la opinión sea verdadera cuanto convincente y, en último término, se piensa que la verdad es algo convencional, decidido en función de unos intereses, o imposible de alcanzar (relativismo, escepticismo). Como técnica idónea se cultivan los discursos dobles, donde el mismo orador prueba ser capaz de “demostrar” (entendido este verbo como convencer a otros) tanto una tesis como la contraria. Protágoras afirma que “el hombre es la medida de todas las cosas, del ser de las que son y del no ser de las que no son”, es decir, es “el hombre” (¿cada hombre?) quien decide lo que es verdadero o falso. Relativismo que aplica también a la religión: “Acerca de los dioses, yo no sé si existen o no: el asunto es demasiado complicado y la vida humana demasiado corta”, lo cual se traduce en que afirmar o no la existencia de dioses depende más de los propios intereses que del asunto en sí mismo. Este mismo convencionalismo puede aplicarse a la moral: su origen no está en la naturaleza (cuya ley es solo la búsqueda del placer y el dominio de los débiles por los fuertes), sino en la convención humana (nomos); así lo argumentan sofistas como Calicles y Trasímaco, de los que solo tenemos noticia porque aparecen en los diálogos de Platón. Junto a Protágoras, Gorgias es el sofista más citado: argumenta la posición escéptica en tres afirmaciones escalonadas: 1) Nada existe, 2) Si algo existiera, no podría conocerse, 3) Si algo pudiera conocerse, no podría comunicarse.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Los pluralistas.


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 3


Parménides marca una tajante separación entre dos períodos de la reflexión sobre la naturaleza. Antes de él, el planteamiento era buscar un único principio originario (agua, fuego, apeiron, etc.) que diera lugar a la multiplicidad actualmente existente. Parménides mostró la imposibilidad de este paso (para fragmentar la unidad originaria y transformarla en otras cosas sería necesaria la intervención del no ser), por lo que después de él el planteamiento cambia: ya no se presupone un principio único, sino que desde siempre han coexistido distintos principios; principios que ya no se transforman unos en otros, sino que, permaneciendo los mismos, se mezclan entre sí y aparecen así distintas formas de ser. A este grupo de pensadores post-parmenídeos se les da el nombre de pluralistas.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Los pitagóricos, Heráclito y Parménides.

Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 2


Otro personaje semilegendario, Pitágoras, se halla en el origen de la escuela pitagórica, que es tanto una escuela filosófica como una secta religiosa y, en ocasiones, un partido político. Nacido en Samos, isla cercana a Mileto, es muy posible que Pitágoras se haya relacionado con pensadores milesios como Tales o Anaximandro, además de haber conocido en sus viajes las matemáticas de los egipcios y babilonios, pero cualquier dato biográfico es una mera hipótesis. Lo cierto es la existencia de una escuela pitagórica, cuyo mayor desarrollo se dio en la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia).

Los milesios y el principio de la filosofía.

Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 1.


Por mirar al cielo cae en un pozo: algo así le ocurrió a Tales
¿Cuándo empieza la filosofía? Hay quien responde a esta pregunta que la filosofía comienza cuando el lenguaje inventa la palabra “todo”: pensar en la totalidad supone elevar la mirada más allá de los objetos concretos que vemos y tocamos, abarcar con el pensamiento lo que la experiencia no alcanza, y eso es justamente lo que la filosofía pretende. Pero, si seguimos la historia convencional, diremos que la filosofía comenzó en la ciudad de Mileto, en Asia Menor (actual Turquía), de manos de Tales. De este personaje semilegendario se cuenta la anécdota que contiene la imagen tópica del filósofo: “por atender al cielo no ves lo que tienes delante” (“sabio despistado”). De Tales se conservan dos frases:

domingo, 12 de noviembre de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (VII): ¡Toma montaje de atracciones!



La escalinata de Odesa, en El acorazado Potemkin (S. Eisenstein, 1925)
Griffith hizo algo más valioso para el arte cinematográfico: dijo que tenía que mostrar el viento en los árboles.
Tras introducir con esta frase a David Wark Griffith, la serie Historia del cine: una odisea se detiene en los hallazgos visuales y de ambientación de El nacimiento de una nación, película que califica como “uno de los mayores shocks de la historia del cine”.
Lo que Griffith y Bitzer hicieron entre 1914 y 1915 con todo su talento, su imaginación, sus espléndidos travellings y sus grandes exteriores es uno de los mayores shocks de la historia del cine. Crearon una engañosa obra sobre el estado de la nación, que promovió el racismo y demostró el poder del cine y su peligro.
Y, tras asistir a un episodio en que una familia blanca es acorralada por unos soldados negros hasta que son salvados in extremis por los caballeros del Ku Klux Klan, el comentario crítico de la película es rematado de la siguiente forma:

domingo, 24 de septiembre de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (VI): Mentiras piadosas para mentes infantiles



Roberto Benigni no es John Ford. Esta obviedad solo viene a cuento porque nadie como el americano-irlandés ha sido capaz de unir lo trágico y lo cómico en una misma película, pasando de una a otra dimensión como se pasa de un plano a otro, sin ninguna señal de aviso ni solución de continuidad.
Pero esta entrada no va de John Ford, a quien hemos dedicado y seguiremos dedicando otras: La diligencia, Centauros del desierto, Fort Apache..., sino de Roberto Benigni, cineasta de una sola película (tiene más, pero ¿a quién le importan?): La vida es bella. Audaz pretensión de hacer humor nada menos que con el tema del Holocausto o Shoah. Intento imposible un poco antes (los hechos históricos, convertidos en objeto o al menos en pretexto para la burla, despertaban muy dolorosos recuerdos en los supervivientes o en familiares y amigos, todavía vivos, de las víctimas) y superfluo desde entonces (¿qué valor tiene repetir lo que ya se ha hecho, y se ha hecho bien?). Alguien definió una vez la comedia como “tragedia más tiempo”: lo que todavía no puede ser cómico lo será alguna vez, solo es cuestión de esperar. Los hechos trágicos dejan de serlo cuando se contemplan desde la distancia: al fin y al cabo, todos vamos a morir y, una vez ocurrido lo inevitable, tampoco importa demasiado cómo se ha producido. ¿O sí?

lunes, 18 de septiembre de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (V): Lo que las palabras no dicen.



Y al pensar en el rostro de Amos esa noche, le vino a la mente ese mismo rostro durante la noche más terrible del mundo, cuando Amos salió de la oscuridad y penetró en la confusión de la cocina de los Edwards, llevando el brazo de Martha pegado a su pecho. La mutilación no era visible cuando Martha yacía en el ataúd que le habían fabricado. Su rostro parecía joven y sereno, y sus manos cruzadas descansaban sobre su regazo, una ligeramente más pálida que la otra. Eran manos curtidas, que desvelaban la edad que no desvelaba su rostro, surcadas con pequeñas cicatrices. Martha siempre se hacía daño en las manos. Mart pensó: «las desgastó, se las hirió, trabajando para nosotros».

viernes, 1 de septiembre de 2017

A vueltas con el argumento ontológico



            Intentemos recapitular las discusiones sobre el argumento ontológico sirviéndonos del diálogo como género literario, tradición filosófica que arranca de Platón y tiene exponentes tan brillantes como Agustín de Hipona, Giordano Bruno, Galileo, Berkeley, Hume... Fingiremos un diálogo filosófico entre un teísta convencido de la validez de la prueba ontológica y un ateo que rechaza tanto el argumento ontológico como cualquier otra prueba de la existencia de Dios. Para continuar con la ficción, supondremos que el diálogo tiene lugar en dos días sucesivos: en el primero la iniciativa la lleva el teísta, que expone el argumento y disuelve las primeras objeciones basadas en la mera incomprensión; el segundo día es el ateo quien expone las principales críticas al argumento (y que, aunque no se cita ningún autor, corresponden aproximadamente a los puntos de vista de Kant, Gaunilón y Tomás de Aquino), llegando al final a una conclusión en la que ambos reconocen la dificultad del problema y que una solución de este solo es posible a partir de una clarificación de problemas filosóficos mucho más generales. La división del diálogo en partes y los títulos que resumen el contenido de estas, aunque no son estrictamente necesarios e incluso pueden resultar molestos, también pueden ayudar al lector a no perderse en la discusión.

            A) Exposición del argumento ontológico.


            A.1. Necesidad de poseer una idea de Dios, incluso para negar su existencia.

            T.- Mi propósito es demostrarte que Dios existe y para ello pretendo que tú mismo te convenzas de que tus propias ideas sobre Dios llevan necesariamente a esa conclusión.

domingo, 27 de agosto de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (IV): Lecciones de Cine para preadolescentes.



Pónganse ustedes en situación, si su capacidad de imaginar se lo permite: sería el año 76 o, como mucho, 77; un chaval de unos once años entra en una sala de cine de sesión continua mediada la proyección de la película, tal como era costumbre en esos cines y en esos años. El programa era para mayores de dieciocho años, pero en aquel cine España de Campamento, en Madrid, taquillera y portero hacían siempre la vista gorda. En la pantalla tenía lugar una conversación en torno a una mesa, en italiano (primera sorpresa: ¡había subtítulos, como en las raras películas que ponían en la segunda cadena y que casi nadie veía!), uno de los personajes se levantaba de la mesa para ir al baño. Segunda sorpresa: el personaje se introducía en un retrete oscuro y sórdido, casi podíamos oler la suciedad flotando en una atmósfera amarillenta, y a tientas buscaba un revólver escondido detrás de la cisterna. Todo esto ocurría en la pantalla mientras en la oscura sala el acomodador señalaba con la luz de su linterna el camino hacia las butacas vacías, una de las cuales fue ocupada sin que desde ese momento hasta los créditos finales la todavía infantil mirada pudiera desviarse de la pantalla ni un solo segundo. Aquel chaval, que crecía en una España recién salida del franquismo, se daba de bruces con un realismo que le resultaba absolutamente desconocido y a pesar de su analfabetismo cinematográfico comenzaba a intuir que esos detalles de ambientación (como el polvo en el alféizar de cierta película de Bresson comentada por Bazin) no estaban ahí por casualidad, sino para hacer creíble lo que se le estaba contando. Aquella tarde, que nunca olvidaría, ese chaval captó la diferencia entre las películas como meros instrumentos para combatir el aburrimiento y una forma de arte llamada Cine. Aquel chaval era yo, y la película El padrino.
"El aire pareció llenarse de finas gotas de sangre" (Mario Puzo)

martes, 1 de agosto de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (III): Odiar el desierto por no tener agua.



       1956, The searchers (aquí titulada Centauros del desierto): un poco más neurótico de lo habitual, lo cual ya es decir bastante, Ethan Edwards (John Wayne) dispara dos balas de su revólver contra los ojos de un comanche muerto para que, de acuerdo con las creencias religiosas de los indios, su espíritu no pueda encontrar la puerta de su paraíso de ultratumba.
       1972, Ulzana’s raid (aquí conocida como La venganza de Ulzana): cuatro soldados de caballería se lanzan a mutilar el cadáver de un apache –al que un poco antes, todavía vivo, habíamos visto participar en una profanación similar de otro cadáver, en esa ocasión de un soldado-, por el único motivo de que “esas cosas les asustan”.
Disparando a los ojos de un cadáver: Centauros del desierto (John Ford, 1956)

viernes, 14 de julio de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (II): Bosques de bambú, damas marciales y toques zen.



Agentes del gobierno a las órdenes de un eunuco corrupto...
Hubo un tiempo en que el cine desconocía la técnica del Croma ("fondo verde sustituible por lo que se quiera") y demás efectos digitales, y eso no le volvió incapaz de crear secuencias tan espectaculares y hermosas como la aquí comentada. Pertenece a una película taiwanesa originalmente titulada Xia nu; título que, si intentáramos una traducción más o menos literal, podríamos interpretar como un contrasentido: xia es "caballero" (podríamos añadir "andante" o "errante"), nu es "dama", "señora". Y es que en Occidente no existe una tradición de relatos sobre esos "caballeros andantes femeninos" que tanto abundan en la literatura y cinematografía chinas (lo más parecido serían las superheroinas tipo Wonder-Woman, pero aquí ya estaríamos hablando de caricaturas, como todos los superhéroes lo son de los caballeros andantes antes mencionados). Ya se sabe que, en nuestra cultura, han funcionado durante siglos los estereotipos, traducibles en ecuaciones, "épico = masculino" y "sentimental = femenino", pero al parecer en China las cosas no han sido exactamente así. Bien por los chinos, al menos en este aspecto.

miércoles, 5 de julio de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (I): Una pausa en la batalla.



Amo el cine y amo la música, pero (salvo dos o tres excepciones) detesto el cine musical: aparente paradoja, que sin embargo no resulta extraña entre cinéfilos, me he encontrado a más de uno en ese mismo caso. Y en este género tan poco atractivo, al menos para mi humilde persona, lo que más insoportable me resulta son esos terribles momentos en que la acción se interrumpe sin motivo, o con motivo insuficiente, y el actor o actriz (casi siempre doblado) se pone a cantar. Vergüenza ajena.
No hay regla sin excepción (¿ni siquiera tiene excepción la regla que dice que "no hay regla sin excepción"?) y podría citar un par de casos en que actores cantando no destrozan la película: por ejemplo, me parecen indiscutiblemente adecuadas y coherentes con la historia narrada las canciones de Clint Eastwood en El aventurero de medianoche (una de sus películas menos conocidas y por tanto injustamente subvalorada) y, por supuesto, creo que roza lo sublime la escena elegida para esta entrada, primera entrega de una serie que espero larga y que he titulado "Momentos estelares de la historia del cine".

miércoles, 28 de junio de 2017

Hasta la vuelta

Casi sin darnos cuenta se nos ha ido el curso. Espero no haberos decepcionado como tutor y profesor de filosofía: perdonadme las muchas veces que he sido injusto o no he estado lo bastante atento a vuestros problemas, dudas y necesidades. No voy a excusarme, pues ya os he dicho varias veces lo que pienso de las excusas, pero espero de vuestra generosidad que recordéis solo lo bueno y os olvidéis de todas las cosas malas.

sábado, 24 de junio de 2017

El pasado es impredecible



-Deje que le cuente lo que va a pasar: tres agentes de la seguridad nacional van a esposarle… y luego le acusaremos de blanqueo de dinero y seis cargos de conspiración y asesinato, y yo me iré a mi casa porque mañana es el cumpleaños de mi hijo… Mientras usted come puré de patatas en su celda, piense en mí entre las olas doradas del trigo.
-No, eso no es lo que va a pasar ahora. Lo que va a pasar ahora es esto: dentro de cinco minutos se va a abrir esa puerta y un hombre con el que no podrá discutir me dirá que puedo irme, y yo me levantaré de esta silla y desapareceré por el mundo con la ayuda de Dios… Agente Burgle, Gloria, créame: el futuro es seguro y cuando llegue usted sabrá cuál es su sitio en este mundo.
Tras pronunciar estas palabras, el rostro del mafioso Vargas se oscurece y la cámara medio-enfoca el reloj de pared situado tras él. A continuación, primer plano del rostro de la agente Burgle y contraplano del mismo reloj, que marca una hora difícil de precisar. Vuelta al rostro de la agente, en el cual parece empezar a dibujarse una media sonrisa. ¿Han pasado ya los cinco minutos? ¿Cuál de los dos tiene razón? ¿Es una sonrisa victoriosa o escéptica? Sin que ningún espectador pueda contestar estas preguntas, aparecen los créditos finales: la tercera temporada de Fargo concluye con un gran signo de interrogación.

miércoles, 7 de junio de 2017

Una reflexión sobre lo sagrado


Edición española que traduce Das Heilige como Lo santo...

Tengo un vago recuerdo de una primera lectura de Lo santo (Das Heilige, de Rudolf Otto, título probablemente mejor traducible como “lo sagrado”) muchos años atrás, más de los que me gustaría creer. Antes de emprender una nueva lectura mi recuerdo de este texto podría resumirse, y casi agotarse, en tres palabras, dos adjetivos más una conjunción: “tremendo y fascinante”. Puesto que el sustantivo del que se decían ambos adjetivos, “Misterio”, vendría a equivaler a descripciones como “lo sobrenatural” o “lo divino”. Según creía recordar, se trataba de una forma de evitar la palabra “Dios”, pues no todas las religiones entienden el objeto de su culto de la misma manera.

domingo, 14 de mayo de 2017

Más textos para la EVAU

Los alumnos de Bachillerato suelen tener problemas (más de los que se dicen) de comprensión de textos, con mayor motivo si estos textos tienen una cierta densidad conceptual como la que cabe esperar de un fragmento filosófico.
Tras una primera entrada (esta) en la que recogía dos textos comentados, de Aristóteles y Hume, propongo ahora un repertorio algo más extenso con textos representativos de los autores de más frecuente aparición en los exámenes de Filosofía de las pruebas de acceso a la Universidad.
El propósito es favorecer la familiaridad del alumno con la técnica del comentario, adquirible únicamente olvidándose de recetas nunca practicadas y desarrollando, mediante las cada vez menos frecuentes lectura y escritura personales, la muy empática capacidad de pensar como el autor de un texto.
Una actualización referida a Kant (autor del que el texto empleado los anteriores cursos ha sido sustituido a partir de este por otro distinto) puede encontrarse aquí.

lunes, 17 de abril de 2017

Dos textos para la EVAU

Como todos sabemos, la implantación de la nueva prueba de acceso a la Universidad ha estado rodeada de polémica: mucho amagar y no dar, para al final dejarlo todo casi como estaba pero peor (entre otras cosas, convirtiendo en minoritaria o impracticable la opción de Filosofía, que hasta el año pasado podía ser elegida en vez de Historia). Sirva esta entrada como ayuda y ánimo para los heroicos alumnos que mantienen en pie el estandarte de la Filosofía en un sistema educativo enfocado exclusivamente a la productividad económica (ahora rebautizada como "emprendimiento") y que entiende la capacidad racional que va un poquito más allá del cálculo y manejo tecnológico como una carga innecesaria para los fines de la educación.
A continuación dos respuestas posibles para la primera pregunta del examen EVAU (los textos son los utilizados en el examen PAU de junio de 2010 y siguen vigentes al menos durante el presente curso). Podéis encontrar más textos comentados aquí.
Mucha suerte a los que os presentéis.

domingo, 19 de marzo de 2017

Ránking de series



Se habla mucho de la “edad de oro” de las series de televisión. Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, las fronteras entre lenguaje televisivo y lenguaje cinematográfico han prácticamente desaparecido. Pues bien, juguemos un rato a las listas de favoritos. Para acotar un poco el terreno, incluyamos solo series de este milenio: por tanto, no valen ni Twin Peaks, ni El teniente Colombo, ni La hora de Alfred Hitchcock, ni Yo, Claudio, etc.  (series, para muchos, asociadas a recuerdos más o menos entrañables). Yo propongo esta lista e invito a discutirla y/o proponer listas alternativas. En orden, no demasiado estricto, de preferencia:

lunes, 20 de febrero de 2017

Esbozo de guía didáctica para una introducción a la teoría del conocimiento



El propósito de esta entrada es modesto: un comentario del imaginario diálogo filosófico, ya publicado en este mismo blog, La insoportable levedad de ser (cerveza) que pretende aclarar y explicar, a efectos didácticos, las ideas que en el diálogo no han podido desarrollarse más por razones puramente literarias como el amor a la brevedad, además de ayudar a su comprensión mediante preguntas dirigidas a un hipotético alumno de Bachillerato aficionado a la Filosofía (alguno existe: como profesor doy fe). Comentario que sirve como una revisión, por supuesto incompleta y simplificada, del problema del conocimiento en la filosofía moderna. 

Cuadro-resumen de las diferentes teorías de la gnoseología moderna.

 

domingo, 22 de enero de 2017

El insoportable peso de la realidad

La presente entrada plantea un ejercicio de hermenéutica psicoanalítica de una obra cinematográfica, en este caso la película Mulholland Drive, de David Lynch. Un ejercicio similar relacionado con la película "Recuerda" (Spellbound), dirigida por Alfred Hitchcock, puede encontrarse aquí.

  Mulholland Drive, o el simple arte de engañarse 

 

Sócrates y su posteridad (Platón, Aristóteles, Descartes…) nos hicieron entender al hombre como animal racional que busca el conocimiento por encima de todo y que está dispuesto a pagar el precio que sea por una verdad segura. Kant, por el contrario, nos mostró que la razón se pierde cuando trata de llegar a las verdades últimas y, como razón práctica, desconoce incluso los auténticos motivos de las propias acciones (nunca puede estar segura de actuar por deber, pues esta forma de actuación pertenece a la voluntad como noúmeno incognoscible). Schopenhauer y Nietzsche constataron que la razón, más que servir a la verdad, sirve a la vida, y este servicio toma muchas veces la forma de autoengaño. Y finalmente Freud enumeró y analizó los mecanismos que la mente utiliza cuando la cruda verdad se le vuelve insoportable.


En una habitación oscura, alguien (¿el inconsciente?) mueve los hilos

El párrafo anterior, que podríamos considerar una sesgada e hipersimplificada historia del pensamiento occidental, sirve para introducirnos en una de las películas más complejas y sugerentes de los últimos años, la última (por ahora) obra maestra de David Lynch[1]. Y al llegar aquí aconsejo al lector que, si aún no ha visto Mulholland Drive, interrumpa ahora mismo la lectura, vea la película lo antes posible y vuelva después a este texto en el punto exacto donde lo dejó. Avisados quedan ustedes, los que no me hagan caso luego no me vengan con quejas[2].

La insoportable levedad de ser (cerveza)


Este diálogo imagina un imposible por anacrónico encuentro entre Descartes y Berkeley en torno a un tema de debate: la realidad objetiva o subjetiva de un vaso de cerveza. A esta discusión se une más adelante Kant. 

Pensado especialmente para que los alumnos de Bachillerato se introduzcan en los problemas de la teoría del conocimiento, este diálogo va acompañado de una guía didáctica que puede consultarse aquí


El sabor de la cerveza, ¿está en la cerveza o en quien la saborea?

Descartes.- ¡Qué situación más curiosa! Nos hallamos aquí tú y yo sentados, agobiados por el calor, y nos sirven esta jarra de cerveza helada: solo esperar el placer de saborearla ya adelanta parte de ese placer, después la simple visión de la jarra helada hace que experimentemos una cierta sensación de frío y, por último, el líquido frío y suavemente amargo en la boca: las sensaciones de calor y sed desaparecen y van siendo sustituidas por una gama de sensaciones placenteras. ¡Nunca me he sentido más cerca del paraíso!