lunes, 22 de agosto de 2016

Drácula, príncipe de las tinieblas y rey de los cinéfilos.



Drácula es, muy probablemente, la novela más y mejor trasladada al cine. Literariamente mediocre, su técnica narrativa (alternancia de puntos de vista) parece pensada para el tratamiento cinematográfico. En este recorrido, amplio pero no exhaustivo, revisamos las principales adaptaciones al cine.
Como otros mitos y fábulas, el personaje de Drácula se ha ido enriqueciendo en cada interpretación, añadiendo elementos o matizando los ya existentes, y dando lugar a múltiples significados complementarios, diferenciados o abiertamente incompatibles entre sí. Se trata de un mito que, por eso mismo, no es fácilmente traducible ni reducible.
Hay que distinguir las versiones de la novela de Bram Stoker y las películas en las que simplemente aparece el personaje, además de otras categorías (películas sobre Vlad Tepes, versiones no reconocidas de la novela o más o menos inspiradas en ella, "falsos dráculas", parodias, versiones porno, etc.).

Un análisis más detallado de las relaciones entre la obra literaria y una de sus adaptaciones cinematográficas puede encontrarse aquí.


A) Adaptaciones de la obra de Stoker.


Drakula (Karoly Lathjay, 1921), película húngara desaparecida, podría ser la primera aparición cinematográfica del personaje, no tanto como una adaptación de la novela.

David J. Skal nos ofrece el siguiente resumen del argumento: "En la película de Lathjay, 'Drácula el inmortal' (interpretado por Paul Askonas) es el alter ego ilusorio de un compositor y maestro de música internado en un manicomio. Cuando la hija de otro paciente (Margit Lux) es aterrorizada por dos internos que se hacen pasar por médicos para operarle los ojos, sucumbe a una terrible pesadilla en la que es raptada por Drákula, el cual la lleva a su castillo para una boda de magia negra presidida por otra docena de esposas. El poder protector del crucifijo queda demostrado, como también las capacidades de Drákula para el hipnotismo de alcoba. La muchacha se despierta en el manicomio, donde el perturbado músico fallece tras haberse jactado de su inmortalidad desafiando a otro lunático a que le dispare para demostrar su afirmación."

El conde Orloc/Drácula es una sombra sin cuerpo real, que se desintegra por efecto de la luz del sol: un tópico vampírico que aparece aquí (no está en la novela) y se incorpora a la tradición.

Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (F. Murnau, 1922). Estrenada con nombres y episodios cambiados para evitar el pago de derechos de autor, en las últimas copias en DVD suelen aparecer los nombres auténticos de la novela. Drácula aparece como una “sombra” o espectro sin corporalidad real, que solo puede habitar en la oscuridad. Aparece aquí un aspecto del mito vampírico (la luz destructora del vampiro) que perdurará en las siguientes versiones, y que no estaba presente ni en la novela de Stoker ni en otras aproximaciones literarias al vampirismo. Una fantasía sobre el rodaje de esta película (en la que el intérprete de Drácula es realmente un vampiro) aparece en La sombra del vampiro (E. Elias Merhige, 2000).
Drácula (Tod Browning, 1931). Basada no en la novela sino en sus adaptaciones teatrales, a cargo del inglés Hamilton Deane y el norteamericano John Balderston, a las que por cierto se debe otro tópico recurrente: la capa (empleada para hacer posible un efecto especial, la desaparición del actor por una trampilla del escenario). Prolonga la interpretación del vampiro como cuerpo solo aparente (no se refleja en los espejos). Memorables algunos diálogos, recuperados en posteriores versiones: "escuche la música de las criaturas de la noche", "sabe usted mucho para haber vivido una sola vez"... Aunque el director lo negó, hay una prueba de que se inspiró en el Nosferatu de Murnau: en ambas películas el vampiro huye de la luz del sol, lo que no ocurre ni en la novela de Stoker ni en otros precedentes del tema como Carmilla de Sheridan Le Fanu, La familia vurdalak de Alexei Tolstoi o El vampiro de Polidori.
Drácula (G. Melford, 1931). Realizada a la vez que la película de Browning, se considera la versión en español de esta, lo cual no es enteramente exacto: de hecho, es más audaz en el tratamiento del erotismo (camisones transparentes) y contiene, completas, algunas escenas que fueron cortadas en la versión “oficial” (por ejemplo, el momento en que Renfield se aproxima a la doncella desmayada se prolonga hasta que podemos ver qué es lo que atrae su interés: una mosca que es atrapada y devorada). Además, las soluciones visuales de Melford suelen ser mucho más imaginativas que las de Browning. En conclusión, dos películas diferentes a pesar de la identidad de guión y decorados.

 Drácula en Estambul (Mehmet Muhrat, 1953): Rareza turca, que, al contrario que otras adaptaciones o imitaciones descaradas de éxitos comerciales, realizadas en países como Turquía, Pakistán, Filipinas, etc. marginados de las cadenas de distribución, parte de un argumento original, más fiel en su primera parte a la obra de Stoker que las dos versiones de la Universal, aunque en la segunda (la que se ajusta al título) se aparta de la novela. La caracterización de Drácula está a medio camino entre la del conde Orloc de Nosferatu (calvicie) y la que posteriormente popularizaría Christopher Lee. 

Las estacas que penetran la carne son una de las metáforas sexuales popularizadas por la Hammer.
Drácula (T. Fisher, 1958). Probablemente la mejor versión de la novela, introdujo los tópicos más reconocibles del cine de vampiros: caninos puntiagudos, ajos (sustituyen al acónito o matalobos de la novela), carnalidad del vampiro, metáforas sexuales cada vez más evidentes… Fisher desarrolló algunos flecos de la historia en Las novias de Drácula (1960) y resucitó al conde vampiro ocho años después, en Drácula, príncipe de las tinieblas (1966), recuperando elementos de la novela (Drácula dando a beber su sangre, servidores humanos del vampiro aficionados a comer moscas…) que habían sido excluidos de la película de 1958. Una mayor información sobre esta obra maestra del cine de terror, y su relación no siempre evidente con su origen literario, puede encontrarse aquí.


Drácula en Pakistán (Khwaja Sarfraz, 1967): También conocida como El cadáver viviente, se trata de una imitación casi plano a plano del Drácula de Fisher, con las únicas salvedades necesarias para la adaptación de la historia a una cultura muy diferente a la Inglaterra victoriana (por ejemplo, los nombres propios de los personajes o el Corán como protección antivampiros). Interesante como curiosidad, pero nada más.

Drácula envejecido antes de beber la sangre fresca de sus víctimas inglesas y luciendo bigote: ambas características están directamente tomadas de la novela, en la versión de Jesús Franco.
El conde Drácula (Jesús Franco, 1969). Adaptación pretendidamente fiel de la novela, con Christopher Lee luciendo bigote tal como aparece en la obra de Stoker.
Drácula (Dan Curtis, 1973). Con guión de Richard Matheson, precedente de la interpretación romántica del mito que luego explotaría Coppola.
Drácula (Louis Jourdan) repta muralla abajo.
Drácula (Count Dracula, 1977). Miniserie de tres capítulos de la BBC, con Louis Jourdan como Drácula. Adaptación bastante fiel de la novela, con una mínima reducción de personajes (tan solo la fusión de Quincey Morris y Arthur Hornwood en uno solo, Quincey Hornwood, con lo que Lucy, aquí hermana de Mina, deja de ser una frívola con tres pretendientes), que incluye momentos generalmente inéditos en las versiones cinematográficas más conocidas (Drácula reptando muralla abajo, el golpe de pala de Harker al conde en su ataúd, los bancos y lápidas del acantilado de Whitby, el papel de la hostia consagrada, etc.).
Drácula como héroe romántico, en la versión de Badham

 Drácula (John Badham, 1979). Nueva producción Universal sobre el tema: más que como monstruo terrible, Drácula aparece como una especie de poeta romántico a lo lord Byron.
Nosferatu, vampiro de la noche (Werner Herzog, 1979). Copia-homenaje del Nosferatu de Murnau con una "actualización" argumental (inutilidad del sacrificio de Mina en favor de Harker, que termina convertido en vampiro de todas formas) que es más bien la triste constatación de que la idea de un sacrificio altruista ha quedado superada por el cinismo dominante.

Drácula (Francis Coppola, 1992): Decepcionante para los amantes de la novela de Stoker y del cine de Coppola, atractiva para todos los demás. La supuesta "fidelidad" al texto (más bien literalidad, sobre todo en cuanto a la lista de personajes) es contradicha por el prólogo y epílogo añadidos y, sobre todo, por la pretensión de "humanizar" al vampiro.
Lucy vampirizada y reducida en la cripta en una de las más barrocas escenas del film de Coppola (simbolismo religioso del crucifijo enfrentado al fálico de los caninos erectos y estacas, sudario de fantasía, decapitación y sangre a mares): los mismos elementos que, de forma mucho más sutil y contenida, aparecen en la escena paralela de la versión de Fisher.
Drácula (Bill Eagles , 2006): Otra producción televisiva de la BBC, algo más “moderna” (o sea, más sangrienta) que las anteriores, y en la que el personaje de Drácula es llevado a Inglaterra por una secta de satanistas que son víctimas de su propia imprudencia.
La sutileza no es el fuerte de Dario Argento en su Drácula 3D.
Drácula 3D, o Drácula de Dario Argento (Dario Argento, 2012): Los dos títulos alternativos resumen el interés de esta nueva aproximación a la novela: los efectos tridimensionales, por un lado, y, por otro, el “sello autoral” de Dario Argento, sintetizable en la fórmula “sangre y desnudos”; estos últimos, por cierto, a cargo (entre otras) de su propia hija, Asia Argento. El final, que explica toda la trama, insiste una vez más en Mina como reencarnación del único amor del conde, que este no hace otra cosa que perseguir cruzando "océanos de tiempo", en cursi fórmula acuñada por John Hart.
Drácula  (Campbell, Thomas y McGuigan, 2020; guión de Gatiss y Moffat): mini-serie de tres capítulos, que pretende una discutible "actualización" de los planteamientos "heteropatriarcales" de la novela. En el momento de su estreno realicé la siguiente recensión, que transcribo literalmente:
Drácula, la novela de Bram Stoker, representa el enfrentamiento a muerte entre dos patriarcados: uno liderado por el aristócrata vampiro cuyas "esposas" viven encerradas y esclavizadas en su castillo y que viaja a Inglaterra para secuestrar otras voluntades femeninas (Lucy, Mina), y el otro, burgués, bajo la influencia paterna y masculina de Abraham Van Helsing (la ciencia aliada con la religión para luchar contra la seducción de las mujeres por el mal). Cualquier adaptación de la novela debería partir de esta premisa fundamental y no ignorarla para hacerla asimilable a nuestras actuales tragaderas (¿se imaginan ustedes versiones feministas de El alcalde de Zalamea o La fierecilla domada, pongamos por caso?). Y eso, eliminar o reducir el contenido heteropatriarcal de la obra original, es precisamente lo que intenta la nueva adaptación de la BBC en forma de serie televisiva. Presupuesto holgado (se nota), pero fallos de guión que claman al cielo (¿alguien puede creerse, de verdad, una monja húngara del siglo XIX soltando por la boca perlas como esta: "como toda mujer de mi edad, mantengo un matrimonio sin amor para tener un techo"?). Los tres episodios, de calidad decreciente (muy bueno el primero, regular el segundo y francamente prescindible el último), se inspiran claramente en hechos narrados en la propia novela (el secuestro de Harker, la masacre del Deméter y la vampirización de Lucy, respectivamente), pero con las suficientes modificaciones y tergiversaciones para cambiar radicalmente el sentido de lo narrado. Por ejemplo, la absorción de Van Helsing bajo la figura femenina de Sor Ágata, la desaparición de hecho de Mina Harker o la conversión del propio Drácula en un cínico que simplemente teme a la muerte (la aversión a la luz solar, la cruz o los espejos son solo formas de ese temor fundamental). 
Drácula y Sor Ágata Van Helsing, frente a frente
Rescato para la antología un fragmento de diálogo entre Drácula y Harker: "Es usted un monstruo", "Y usted un abogado, nadie es perfecto".
Por cierto, al final Drácula se suicida (no es la primera vez, de las muchas en que su figura se ha llevado a la pantalla, en que el personaje provoca o al menos acepta su propia muerte), aunque no es descartable una posterior "resurrección" traducida en nuevos capítulos o temporadas de la serie, si esta resulta rentable para las cadenas que la emitan.

            
 


B) Películas sobre el personaje.


Producciones Universal: El hijo de Drácula (R. Siodmak, 1943), La mansión de Drácula, La zíngara y los monstruos... La primera tiene cierto interés, aunque no queda claro si el personaje es el propio Drácula o, como dice el título, su hijo (se hace llamar "conde Alucard", Drácula al revés); las otras son cócteles de monstruos (Drácula, Frankenstein, hombre-lobo...) de calidad decreciente según se van estrenando.
Producciones Hammer: Van de la cuasi-obra maestra (Drácula príncipe de las tinieblas, T. Fisher, 1966) hasta las tediosas apariciones de Drácula en contextos contemporáneos (Drácula 73, Los ritos satánicos de Drácula...). En medio, películas que, sin ser nada del otro mundo, presentan algún interés: Drácula vuelve de la tumba, Las cicatrices de Drácula, El poder de la sangre de Drácula...

El retorno de Drácula (Paul Landress, 1958): Se puede considerar una adaptación de la novela en la que el conde, en vez de trasladarse a Inglaterra, lo hace a Estados Unidos adoptando la identidad de un pariente de los protagonistas. Estrenada a la vez que el Drácula de la Hammer, y en blanco y negro frente al color de esta última, no pudo resistir la competencia y fue pronto olvidada, pero su posterior recuperación para televisión y DVD muestra que no carece de interés.
Poster publicitario de La saga de los Drácula
         
        Dráculas españoles: Aparte de la ya citada de Jesús Franco, con Christopher Lee como Drácula, el conde protagoniza otras dos películas españolas medianamente serias: La saga de los Drácula (León Klimovsky, 1973, con Narciso Ibáñez Menta como Drácula, y que es una apenas disimulada copia u homenaje de Drácula, príncipe de las tinieblas) y El gran amor del conde Drácula (Javier Aguirre, 1973, con Paul Naschy como Drácula, y que tiene el dudoso mérito de ser la primera presentación empalagosamente sentimental del conde, que llega al extremo de suicidarse por amor…).

Cartel de Blácula, también conocida como Drácula negro
Otras: Drácula negro (no es que Drácula sea negro, sino que el jefe de una tribu africana es vampirizado por Drácula y pasa a llamarse Blácula, o sea, “black dracula”, ¡qué ingenioso!), Drácula contra Frankenstein (ni un solo diálogo: soporífera), Drácula 2001 (aquí nos enteramos de que Drácula es ni más ni menos que Judas Iscariote) Sobran los comentarios.


C) Falsos Dráculas.

Se trata de filmes en los que Drácula aparece en el título, pero no en la película como tal: La hija de Drácula (L. Hillyer, 1936), con sugerencias de seducción lésbica bastante explícitas para la época: en Las hijas de Drácula (J.R. Larraz, 1974), cuyo título español es una arbitraria traducción del original Vampyres, ya no encontramos sugerencias sino evidencias; La sangre de Drácula (Herbert L. Strock, 1957), cuyo título únicamente se justifica por la presencia de un medallón maldito que supuestamente perteneció al conde; Las novias de Drácula (T. Fisher, 1960), sin Drácula pero con Van Helsing (muy buena película, en cualquier caso); Drácula y las mellizas (John Hough, 1971), donde Carmilla o Mircalla, cuya historia ya había sido contada por la Hammer en The vampire lovers (Roy Ward Baker, 1970), sigue haciendo de las suyas vampirizando a otro degenerado vástago de la familia Karnstein que, aburrido de pasar la vida sin más aliciente que seducir, secuestrar y torturar a doncellas, había perturbado su paz infernal obligándola a regresar; y, siguiendo con la Hammer, no podemos olvidarnos de Condesa Drácula (Peter Sasdy, 1971), inspirada en la vida real de  la condesa Erzsébet Báthory, aficionada a usar la sangre de vírgenes degolladas para sus peculiares tratamientos de belleza, pero cuya única relación con Drácula son las dos últimas palabras del guión, las mismas del título, pronunciadas por una campesina a modo de maldición (lo cual carece de lógica porque la condesa muere casi trescientos años antes de publicarse la novela)

Drácula y las mellizas, título en España de Twins of evil, es una producción Hammer inspirada lejanamente en la Carmilla de Le Fanu, que los espectadores españoles, aparte de sufrir el engaño del titulo (en la película no aparece Drácula sino el barón Karnstein), tuvieron que ver ligeramente cortada (se suprimieron desnudos, pero la violencia de ejecuciones en la hoguera, sacrificios rituales, torturas, empalamientos, decapitaciones y otras formas de mutilación se conservó íntegra: cosas de la selectiva censura tardofranquista). Eso sí, el cartel merece figurar en un museo.







D) Películas sobre Vlad Tepes.

Suele decirse que Stoker se inspiró en este personaje histórico para crear el suyo de ficción, pero no es verdad: simplemente eligió este nombre para su personaje (al que primero pensó llamar Vampyr) porque sonaba bien. En cualquier caso, algunas películas como la de Coppola los identifican sin ningún problema.

Drácula, la leyenda jamás contada (Gary Shore, 2014): con estética inspirada en Juego de tronos y trama dependiente del Drácula de Coppola, esta película trata de unir las dos visiones, histórica y legendaria, del personaje. Renuncia a los aspectos siniestros y exalta el lado romanticoide-adolescente. Decepcionante para los amantes del mito, gustaría a seguidores de la saga Crepúsculo.
 
Estética inspirada en Juego de tronos, en Drácula, la leyenda jamás contada (prolonga la tradición falsamente romántica del vampiro enamorado, más propia de las leyendas orientales como las recogidas en Kwaidan [Masaki Kobayashi, 1964]).

Otras películas, como la rumana VladTepes (D. Nastase, 1979) o la americana Vlad, príncipe de la oscuridad (Joe Chappelle, 2000) prefieren aproximarse al personaje histórico, si bien con un final ambiguo (¿muere realmente?) que permite enlazar con la leyenda y el mito.

E) Películas con un drácula que no es Drácula.


El personaje tiene todas las características de Drácula: vampiro y jefe de vampiros, vive desde hace siglos, sintetiza en sí todas las maldades, incluso suele llevar capa..., pero no es Drácula. Algunas de estas películas son:
El vampiro (F. Méndez, 1957), película mejicana que anticipa en un año algunos rasgos del cine de vampiros de la Hammer (por ejemplo, los caninos puntiagudos).
El conde Yorga (Bob Kelljan, 1970), producción de Roger Corman que, dos años después, tendría una secuela (El retorno del conde Yorga).
Salem's Lot: hay varias versiones de esta novela de Stephen King (a quien dedico otra entrada de este blog) en la que un vampiro europeo se instala en un pueblo de Estados Unidos y convierte a todos sus habitantes en vampiros, la más conocida es la de Tobe Hooper, que se estrenó en España como mini-serie y, en cine, con el absurdo título de Fantasma 2. Especialmente memorables son las terroríficas escenas en que niños-vampiro arañan los cristales de las ventanas al tiempo que muestran sus ojos amarillos y bocas babeantes suplicando "let me in" ("déjame entrar").
"Déjame entrar", palabras del niño-vampiro que darán título a películas posteriores.
He aquí la explicación del propio Stephen King sobre el íntimo parentesco que une "El misterio de Salem's Lot" con "Drácula": "Cuando concebí la novela de vampiros que luego acabaría convirtiéndose en El misterio de Salem's Lot, decidí que quería utilizar parcialmente el libro, como una forma de homenaje literario... De modo que mi novela mantiene ciertas similitudes intencionadas con Drácula, de Bram Stoker, y al cabo de un tiempo empezó a parecerme que lo que estaba haciendo era jugar un interesante (por lo menos para mí) partido de frontón literario: El misterio de Salem's Lot era la pelota y Drácula la pared contra la que iba golpeándola una y otra vez... Algunas de las escenas de El misterio de Salem's Lot que discurren en paralelo a escenas de Drácula son la aplicación de la estaca a Susan Norton (correspondiente a la aplicación de la estaca a Lucy Westenra en el libro de Stoker), el momento en que el sacerdote, el padre Callahan, bebe la sangre del vampiro (en Drácula es Mina Murray quien se ve forzada a aceptar la perversa comunión del Conde mientras él canturrea esta memorable y escalofriante frase: 'Mi generoso lagar durante una temporada'), la quemadura de la mano de Callahan cuando intenta entrar en su iglesia para recibir absolución (cuando, en Drácula, Van Helsing toca la frente de Mina con un pedazo de Hostia para purificarla del impío toque del Conde, esta arde dejando una terrible cicatriz), y, por supuesto, la banda de Intrépidos Cazadores de Vampiros que se forma en cada uno de los libros..." (Stephen King: Danza Macabra, Madrid, Valdemar, 2006, pp. 55-56).

Vampiros (John Carpenter, 1999): el príncipe de los vampiros se llama aquí Valek y es un sacerdote renegado que, allá por el siglo XV, sobrevivió a la hoguera y se transformó en un no-muerto. Una de las mejores películas de terror de los últimos veinte años, con abundante acción violenta (no confundir con sadismo) y un cierto toque western. Existen variaciones y continuaciones, de interés decreciente cuanto más se alejan del original.

Vampiros, de John Carpenter, una de las mejoras películas de terror vampírico de los últimos veinte años, a la misma altura o un poco por debajo de Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2011): dos aproximaciones muy distintas al mito, violenta y espectacular la primera y oscura y claustrofóbica la segunda, pero ambas excelentes películas con nutridos clubs de seguidores, por lo general, y salvo excepciones como el que esto escribe, mutuamente excluyentes.

F) Parodias.

El baile de los vampiros parodia el mito vampírico desde un profundo respeto al mismo.
Lo que hacemos en las sombras (T. Waititi y J. Clement, 2013)
Sin duda, la mejor es El baile de los vampiros (Roman Polanski, 1968), demostración de que para hacer una buena parodia el primer requisito es conocer muy bien aquello que se quiere parodiar. A bastante distancia le sigue Drácula, un muerto muy contento y feliz, que Mel Brooks realizó en 1995 aprovechando el relativo éxito del Drácula de Coppola. Conviene citar también la más reciente Lo que hacemos en las sombras, modesta y muy divertida producción neozelandesa que bajo la forma de falso documental nos muestra la vida cotidiana de un grupo de vampiros que comparten piso (y, entre otras cosas, deben organizar las tareas domésticas), uno de los cuales es el mismísimo Vlad Tepes y otro es clavadito al Nosferatu de Murnau. Y, por último, Sangre para Drácula, filmada por Paul Morrisey bajo el estandarte de Andy Warhol. Sobre el resto (incluyendo la multitud de versiones pornográficas, tanto gays como heteros) más vale extender un espeso velo de silencio.

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